EL ARTE Y EL ESTADO
Por FERNANDO UREÑA RIB
¿Debería el Estado dominicano impulsar el arte mediante programas de apoyo económico y de desarrollo de mercado? Esa propuesta, franca y valerosa, la vertió frente al mismísimo Jefe del Estado, Dr. Leonel Fernández, nada más y nada menos que Juan Mayí, el meritorio y flamante ganador del gran premio de la última bienal de artes visuales.
Por supuesto, no todo el mundo estaría de acuerdo en que se adoptara la propuesta de Mayí y en que el Estado dominicano empiece a invertir fondos de los contribuyentes para adquirir obras de arte y mantenerlas en exhibición en sus Secretarías de Estado, en sus Embajadas, para deleite de los visitantes e incumbentes en sus múltiples dependencias. Algunos piensan que el arte es una profesión como otra cualquiera y que si se utilizan fondos estatales para su desarrollo, también se justificaría una acción similar para los zapateros, choferes, plomeros, electricistas etc., quienes (cada cual a su modo) también laboran por la patria.
En Estados Unidos la ayuda estatal de este renglón se concentra en el controvertido Fondo Nacional para las Artes (NEA, según sus siglas en inglés). Pero en nuestros países latinoamericanos la acción pública depende mucho del interés de tal o cual director general, superintendente o secretario de Estado. En Ecuador y en Colombia las mejores colecciones de arte están en posesión del Banco Central, mientras que en El Salvador, instituciones como el Banco Agrícola tienen formidables programas de apoyo para las artes y publican con frecuencia libros hermosamente ilustrados por los fotógrafos nacionales. En México, el Departamento de Hacienda posee un museo con una de las más completas colecciones de arte de ese país.
La propuesta de Juan Mayí y otra que circuló en la red por nuestra gran Ada Balcácer, implican la instauración de una política cultural del Estado, con presupuestos específicos para la adquisición de obras de arte y la publicación regular de libros sobre los grandes maestros del arte dominicano. Es verdad. Se necesitan libros que documenten la obra de Domingo Liz, de Ada Balcácer, de Gilberto Hernández Ortega, de Manolo Pascual, de Gaspar Mario Cruz y de tantos otros consagrados. Pero en República Dominicana hay también un arte nuevo y palpitante que debe ser documentado.
El problema consiste en que ya existen leyes de apoyo al arte desde los tiempos de Trujillo. Según esa ley, cada obra (pública o privada) de cierta envergadura debería tener asignado un presupuesto porcentual para la adquisición de obras de arte. El senador Euclides Sánchez revivió ese proyecto cuando era diputado, pero lo que hace falta es la aplicación de esa legislación.
Mientras, ahora mismo, el Estado dominicano, a través de muchas de sus instituciones está invirtiendo en la adquisición y conservación de nuestros bienes culturales. El ejemplo más diáfano es el de la hermosa colección de arte que ha forjado la Dirección Nacional de Aduanas bajo la guía del benemérito Miguel Cocco. El Banco de Reservas y el Banco Central también mantienen políticas similares.
Pero la pregunta es si se debe concentrar toda la acción de adquisición de obras de arte en un solo organismo, llámese Secretaría de Cultura, Museo de Arte Moderno o Dirección General de Bellas Artes. O si se debe crear una institución nueva que se ocupe de esos menesteres y de la debida catalogación y conservación de nuestro legado artístico.
Pienso que cuando surgen esas instituciones únicas, los que la manejan se llegan a creer todopoderosos y el arte es dirigido a las tendencias favoritas de unos cuantos "expertos" y "comisionados" que terminan por imponer al artista sus criterios. Así el arte sufre. Yo creo en la pluralidad. El arte es el fruto de una experiencia humana sumamente variada y la idea de que marchamos en una dirección vanguardista, hacia "adelante" es sumamente torpe y anticuada. Y sobre todo no responde a las realidades de nuestros pueblos. El arte no va al unísono, no es un ejército guiado por un solo hombre; está hecho por seres humanos diversos, creativos e inconformes, que se niegan a seguir las reglas y directrices otras que no sean las de su propia consciencia creativa. Paradojas del destino, ahora "las vanguardias" de antaño son las tendencias oficiales en los museos y las galerías estatales de todo el mundo.
Por eso creo que todos los organismos del Estado, incluyendo los ayuntamientos y las gobernaciones, deben tener sus propias políticas culturales y sus programas de adquisición de obras patrimoniales. Y que no se dirija a los artistas, que se les deje crear en el medio y en el estilo que más les acomode.
Ah, y con respecto a la diferencia entre las obras que dignamente producen los plomeros, choferes, electricistas etc., y la de los artistas sólo queda decir que ellos producen y reparan bienes de consumo, mientras que el arte es un bien cultural y es por eso que decimos que todos los organismos estatales deben crear sus propios mecanismos para adquirir y coleccionar arte.
FERNANDO UREÑA RIB
WWW.LATINARTMUSEUM.COM
domingo, 9 de septiembre de 2007
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