Poemas de tierra adentro, del poeta Julio Cuevas: Identidad, compromiso y rebeldía en el tiempo.
(Por: Alex Ferreras)
La década de los años ’60 fue una época de turbulencia social y política, infestada de dictadores, injusticias y de guerra fría. Fue una década en que la rebeldía de un Vargas Vila y su lucha frontal con los tiranos, el clero y las estrategias de expansionismo de los Estados Unidos, enardecieron y desbordaron la conciencia, desde el más humilde hombre en la pirámide social hasta el escritor y el artista más encumbrado en su sensibilidad. El escritor y poeta Julio Cuevas, en su poemario Poemas de tierra adentro (Editora Búho, 2008), apunta tener una deuda con la ideología de vanguardia de esos tiempos, hasta el grado que se emparenta más con ésta en términos emocionales, según el investigador social Faustino Collado (p. 153), y no con la generación de los años ’80, donde se le sitúa. Esta generación desarrolla una temática que trabaja una poesía de contenido metafísico y existencial (Ibíd.), al contrario de la de los años ’60, que tira más al compromiso y a la acción política directa.
Un poema, como se sabe, se escribe dentro de una tradición poética, en que ha de verse en relación con otros poemas escritos anteriormente. De ahí que en la obra poética de Cuevas resuenen, de forma leve, temáticas, patrones sintácticos, así como efectos retóricos y estilísticos especiales similares a los empleados por el Pedro Mir de “Hay un país en el mundo” y “Contracanto a Walt Whitman”; a los de Mario Benedetti, sobre todo en sus maniobras en las formas de transición gramaticales y lexicográficas; a los del César Vallejo de España, aparta de mí este cáliz (1940); en Trilce (1922), especialmente en la actitud de compromiso y solidaridad que registra, y en Los heraldos negros (1918) y su tono elegíaco, al cual vemos igualmente en la visión trágica que tienen las obras de García Lorca, y a quien Cuevas también canta; a los del Vargas Vila de verbo incendiario; y a los del Abelardo Vicioso de “Canto a Santo Domingo vertical”; inclusive, uno de los poemas de Cuevas se intitula “Testimonio vertical” (p. 55), en el que trata un contenido ligeramente parecido al empleado por el poeta de la generación del ’48, relacionado a la segunda intervención oficial del los Estados Unidos en territorio dominicano. Ambos poetas cantan a su pueblo sufrido a causa del ultraje a su soberanía en el 1965: Mucho me importa decírtelo broncamente ahora /, dice el poeta Cuevas / ahora que tu sexo se vierte en llamas sobre / mis dedos / ahora que tu cuerpo sirve de trinchera / en medio de esta guerra sombría [. . .] (p. 56). Más aún: resaltan ecos leves del José Martí de Versos sencillos, específicamente el verso V, en lo tocante a resonancias del tono y el estilo descriptivos en que el gran poeta cubano desarrolla este verso. Mientras Martí canta que Mi verso es de un verde claro / Y de un carmín encendido / Mi verso es un ciervo herido / Que en el monte busca amparo /, Cuevas, para celebrar la identidad de su padre con la tierra, canta, Mi padre es un sembrador a medias / y labra la tierra en espera del silencio / Mi padre es un río de llanto [. . .] / y advierte la sequía tuerta del tiempo / (p. 26).
Al tener en proyecto recrear su compromiso con la ideología de avanzada de aquella época, Cuevas echa manos al arma con que contaban los intelectuales de vanguardia de entonces, la de cobijarse bajo la égida del marxismo militante, a la sazón representado por la antigua URSS: Mucho me importa decírtelo broncamente ahora / ahora que nuevos cantos se arremolinan en mi vientre / y un cósmico martillo arremete con rojas banderas / contra ese norte nuclear que estrangula nuestra / América (p. 56). Creemos con Collado que, ciertamente, el poeta Cuevas tiene – claro, sin descuidar el esquema estético en su obra – un compromiso de índole ideológico que responde al de los años ’60, en estos tiempos. Con estos intereses a la vista, he ahí que se dedicará a parodiar y contrapuntear el ideal americano de democracia, libertad, hermandad y solidaridad de Whitman, el mismo sueño que ha degenerado, en cambio, en crueldad, opresión y en la más despiadada explotación por parte de sus futuros compatriotas en su relación con los países de América Latina.
Cuevas en el poema “Este arder de sílabas” caricaturiza, en tono oblicuo, el eco democrático del yo de Whitman de Song of Myself (Canto a mí mismo), y en su lugar, conjugará el verbo tener, pero en la primera persona del plural, similar a como lo hace Mir con el pronombre nosotros en “Contracanto”. No le basta con conjugar el verbo centrado sólo en el yo sino que lo socializa. Contrapunteando a Mir, a su vez, no es del todo cierto que Cuevas quiera de buena gana justificar el sueño de Whitman, cuando aquél, desde tierra adentro, canta en una actitud menos optimista, menos irónica, y menos cortés, quizás, que Mir: Tenemos / yo tengo y tú tienes / una canción que va pariendo un acento / cortante / agrio / y salobre / en la casa blanca de la marihuana / en la sacramental bóveda de Watergate / todo por este pueblo que es un pulmón de América / todo / hasta la rabia de mis labios / por decir poco en este arder de sílabas / cortante / agrio / y salobre (Cuevas, op. cit., pp. 22 y 23 ), hasta llegar a machacar los testículos de Sam (los EE. UU.), llevándose por delante la propuesta de Mir, con la que éste y los demás poetas de América habrían justificado el sueño del gran poeta norteamericano.
Como la opresión es igual de cruel (sin importar su rostro en toda época y cultura) el poeta Cuevas deja filtrar levemente, en un entrecruce – en un verdadero tour de force sintáctico y lexicográfico –, resonancias del poema “Hay un país en el mundo” de Mir; en especial, ahí donde este poeta hace énfasis en los adjetivos en “Hay un país en el mundo / sencillamente / frutal / Fluvial / y material / y sin embargo / sencillamente tórrido y pateado / como una adolescente en las caderas / Sencillamente triste y oprimido / sinceramente agreste y despoblado /, el poeta neibero, en cambio, hace hincapié en los adjetivos cortante, agrio y salobre, para referirse a una canción (la suya) que pare un acento con estas mismas cualidades, violenta y agresivamente en contra de Sam y su caricaturesca imagen de genitales triturados por los efectos del fuego que arde en las sílabas del poeta Cuevas, aspirando reclamar, tal vez, aquel “acento sin mancha / de la palabra / yo /” de Whitman en el Contracanto de Mir (Mir, p. 113). En vez de justificar al poeta norteamericano, por razones obvias, Cuevas termina justificando, como si fuese en un diálogo, la propuesta del Poeta Nacional dominicano, en cambio: Ahora que contemplo tu ojos en fulgores / tímidos / llenos de agrio insomnio / callados /, le dice Cuevas a su a patria, mientras te desnudas sobre las nalgas de la / tierra / ahora . . . que me hueles a cobre y a níquel / a caña y estaño / a hierro y a bauxita / a cactus y a helechos / a pólvora en besos derruida / Ahora . . . que me hueles a muchedumbre (p. 58), la misma muchedumbre a la que viaja Mir, en tanto éste canta: Qué seca boca dijo de pronto la palabra / yo / y empezó a conjugarse, a cumplirse y a multiplicarse / en todas las monedas / en monedas de oro, de cobre, de níquel . . . (Mir, p. 111).
Reivindicando, en el tiempo, el heroísmo de la Expedición del 1J4 y el levantamiento de Tavárez Justo en Las Manaclas más tarde, Cuevas lanza un grito de guerra para que también lo acompañen a sublevarse, naturalmente en términos estéticos, en las montañas: Sigue mis pasos / y ponte junto a mi mochila / allí donde están aquellas cordilleras de hombros / sudorosos / sembrando de esperanza la naciente alborada (p. 57). El autor neibero, sin embargo, al igual que los poetas dominicanos de posguerra, entra en cierta desilusión, experimenta cierto desencanto al reconstruir parcialmente la ideología de vanguardia de aquella época: Ya no eres estatua para mis sueños, le canta el poeta a su país, te has convertido en muerte – en ceniza – o en vago féretro rebelde y desdentado . . .. Deja en un rincón todo tu combatido pasado (p. 56).
El escritor neibero, rastreando su trayectoria poética, al parecer siempre se enmarcará por lo general dentro de una ideología de avanzada, en una época de activo transfuguismo y de compra y venta de silencios y de conciencias. Cuando el común denominador de los intelectuales dominicanos reniega del componente africano ancestral en su historia y cultura, Cuevas insiste en reconocer de buen grado esta herencia en su poema “Antipoema a Lemba”. El jefe negro Lemba (o el capitanísimo, como le llama el poeta) en nuestra historia colonial, como es de todos sabido, figura tímida y escasamente en la historiografía conservadora dominicana; empero, ocupa un lugar importante en la conciencia del autor neibero: ¡Qué nadie lo ignore! / vociferen. . . / aquí el capitanísimo / el de los vientos tamboreros /. . . tracatá / tracatá / tracatá. . . / cabalgando / sobre el cósmico sexo de América / en la hora interminable de las crónicas / entre compartidos atabales y cantos (p. 36). Vista su coherencia al escribir poemas y utilizar elementos culturales inspirados en el África ancestral, en sus proyectos intelectuales, no nos queda más que reconocerle a Cuevas sinceridad en el desarrollo de su discurso identitario. En este poema hace conciencia del componente africano escamoteado de su identidad. Al estar el intelectual dominicano entrampado en el concepto de la falsa conciencia marxiano (haciéndose creer una cosa que no es, justo la misma acusación de “bovarysmo” racial que el historiador haitiano Price - Mars con agudeza nos echase en cara), queda corto en ver que aún le resta por encontrar su verdadero yo a través del arte y el estudio de sus genuinas raíces, exactamente lo que Cuevas intenta hacer en ése y otros poemas.
En términos de las técnicas discursivas y estilísticas de Poemas de tierra adentro, los patrones sintácticos que más se destacan son las repeticiones de frases, paralelismos, estructuras balanceadas, palabras e imágenes, además del polisíndeton, con los cuales el poeta de esa manera imprime a su discurso poético dramatismo, unidad, fuerza y énfasis, que a la luz de su propuesta poética, probablemente busca que haya correspondencia entre ésta y los esquemas estéticos formales de que hace uso en su poemario. No es azar que los poemas de Cuevas tengan el aspecto visual que nos muestran. De ahí la simetría de la mayoría de sus versos, que recuerda la verticalidad de su agenda ideológica; es decir, el escritor neibero insiste en ser un intelectual militante frente a su historia y cultura, un poeta que jamás ha dejado de estar comprometido con la suerte de sus gentes, de su pueblo. Jamás ha claudicado en su ideal, o en su utopía, como él la prefiere llamar, no importa que una que otra Casandra por aquí y por acullá hayan decretado el fin de las ideologías y demás fantasmas.
Si bien toda escritura, desde la perspectiva del método de análisis del estructuralismo, se apoya en un esquema binario, la frase de tierra adentro, sobre el cual se construye el edificio del discurso de Cuevas, no deja de implicar su opuesto, o sea, de tierra afuera, en este caso, la ciudad; ésta, aunque sinónimo de progreso y civilización, también guarda en sus adentros el antro de la corrupción y la sordidez, y dentro de ella, la injusticia. Es en la ciudad, por supuesto, donde se concentra la mayor parte de las riquezas y las oportunidades, pero lo mismo, donde hacen vida los que a gran escala cometen toda sarta de injusticias, desde la óptica sencilla del campesino al que canta Cuevas. Así las cosas, se espera que cualquier poema de tierra adentro cante la placidez, la pureza y la inocencia del campo; sin embargo, al adentrarnos en el poemario del autor neibero, nos percatamos que nada más lejos de parejas características; nos damos cuenta que ellas no son tales, en vista de que siempre su protagonista, el labriego, ha cargado siempre con el peso de un legado de injusticias y despojos inveterados en su contra. Y a ello Cuevas enfilará por igual los cañones de su canto: No hay heridas que no besen sus palabras /, refiriéndose al campesino, ni llanto que no abracen sus pupilas (p. 10). Cuevas lucha esgrimiendo sus versos en contra de la tiranía de las injusticias sociales heredadas, como aquel Vargas Vila que en su malditismo en la década de los años ’60 enfrentó a una América Latina plagada de dictadores y tiranuelos ilustrados, a un clero rabiosamente conservador y a un Estados Unidos de Norteamérica, hoyando con sus botas de plomo y acero, más allá de sus fronteras, a todo un sub continente.
Y firme en su discurso de identidad y compromiso, el poeta neibero le canta con dolor a la memoria de quien fuese Ángel Hernández Acosta, un escritor y poeta compueblano suyo, y no menos un buen amigo. ¿Cuál de los poetas y escritores de su provincia no tiene en cierta forma una deuda con la visión trágica que sobre la vida tuviese el también narrador finado? ¿Quién no deja traslucir alguna vez ecos de su temperamento, su disciplina y su honda sensibilidad en las propuestas discursivas que asume?: Te fuiste lentamente . . . en tu errante alma de poeta /, le canta el poeta Cuevas a Hernández Acosta, con estructuras paralelas y balanceadas en su verso muy bien logradas: Te fuiste en silencio / soñando primaveras / Te fuiste con tu canto vegetal / pictóricamente ebrio de soledad (p. 54). Y no conforme con haber empezado a apurar la amarga copa de un dolor que atraviesa y oprime, hasta al más inocente e inofensivo de los silencios, por la partida del amigo, dice: Para marcharte esquivamente / no dijo adiós tu pañuelo / Y acariciaste el ocaso / con la luz de tu sonrisa . . . / y desde entonces quedaron silentes / las flores de mis cactus y el corazón de mis viñedos (Ibíd.). El compromiso y lealtad que guarda a sus raíces, llevará al poeta neibero componer de igual forma los poemas “Antielegía a Neiba” y “Carta a una muchacha de mi pueblo”.
En suma, creemos que esta propuesta poética de Cuevas es la más ambiciosa en términos políticos, ideológicos y estéticos que haya intentado realizar hasta el momento. Constituye una especie de mini autobiografía intelectual de un autor y su época que, para decirlo con Pedro Henríquez Ureña, “gusta de mirar hacia atrás y rememorar en síntesis su propia evolución psíquica” (p. 87) como poeta. Celebramos de todo corazón este nuevo poemario del compañero poeta, amigo y compueblano Julio Cuevas.
Santo Domingo, 02 / 04 / 08.-
Referencias bibliográficas
Collado, Faustino. Liderazgo de las ideas. Santo Domingo: Mediabyte, S. A.,
2005.
Collado, Miguel. Ideario de Pedro Henríquez Ureña. Santo Domingo:
Ediciones Ferilibro, 2002.
Cuevas, Julio. Poemas de tierra adentro. Santo Domingo: Editora Búho,
2008.
Martí, José. Versos sencillos. España: Ediciones Clásicos Universales, 1999.
Rodó, José Enrique. Ariel. Madrid: Espasa –Calpe, S. A., 1971.
Siglo Veintiuno Editores, eds. Pedro Mir: Poesías (casi) completas. México:
Siglo Veintiuno Editores, 1994.
jueves, 10 de abril de 2008
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