miércoles, 27 de febrero de 2008

CRÍTICA INVITADA: RAQUEL TIBOL ESCRIBE SOBRE JOSÉ LUIS BUSTAMANTE

José Luis Bustamante




Recibió la Beca Pollock-Krasner

Raquel Tibol



Una de las becas más prestigiadas en los Estados Unidos es la Pollock-Krasner, la cual se dedica generalmente al arte abstracto. Para el periodo 2006-2007, ésta se entregó a José Luis Bustamante, pintor que nació en la Ciudad de México en 1955, estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la UNAM (1970-9174) e inició su práctica profesional en 1980, cuando fue ayudante de Vlady durante el trabajo realizado en los grandes complejos murales de la Biblioteca Lerdo de Tejada, dependiente de la Secretaría de Hacienda. Su percepción estética se amplió gracias a estancias prolongadas en República Dominicana y otras más cortas en nueva York, Madrid y Barcelona. Trabajador intenso y disciplinado, tiene unas sesenta exposiciones individuales que se han presentado en ciudades como Toluca, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Monterrey, Guadalajara, Zacatecas, León, santo Domingo y Santiago de Cuba. En el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en la ciudad de Zacatecas, presentó durante tres meses – de jului a octubre de 2007- 21 pinturas de gran formato realizadas con el sustento de la beca.

Bajo el título general de Voces del tiempo en los retablos contemporáneos están comprendidas cuatro series: “Escrituras del Sol”, “Barcelona”, “Ancestral” y “Retablos Contemporáneos”. Predominan las obras realizadas en la primera mitad del año 2007, lo cual demuestra una acumulación previa de valores perceptibles tanto en lo compositivo como en lo cromático, en lo lumínico, y también en lo significativo y en lo simbólico. La etapa de realización brotó plena de incitaciones y sugerencias, con un claro sentido selectivo de las opciones que intentaban abrirse cauce en el proceso e invadir con fuerza propia la siempre conflictiva relación entre el objeto plástico que nace, transcurre y se va consolidando, y el artista que lo fecunda pero no puede poseerlo plenamente, porque al vértigo avasallante de la ejecución material, el cuadro responde con todas las virtudes de su autonomía expresiva. Nunca está por demás decir que el pintor hace el cuadro, pero el cuadro no es el pintor. Esto debe tomarse muy en cuenta cuando el espectador se topa con una estética tan poco autobiográfica como la de José Luis Bustamante: en ella predomina la construcción de espacios y ambientes con intenciones o articulaciones arquitectónicas, sustentadas en nociones de número y proporción. Las afinidades de las formas volumétricas le dan la importancia adecuada a los vacíos, de modo que el juego entre en fondo y figura respira una densidad de texturas que Bustamante alcanza gracias a una técnica con suficientes y variados artificios, nutridos con hojas de oro y de plata, cera, cáscaras de frutos, óleo, betún, corcho, oro líquido, polvo de mármol, cabos de velas, pasta acrílica, más labores de esgrafiados, sobre todo cuando el soporte es de madera, la cual ha sido curvada para acentuar la dinámica de la superficie, favorecida por esta discreta ondulación.

En el orden sensible programado por José Luis Bustamante cuentan los elementos metálicos, usados a veces con regularidades geométricas o como energías lumínicas; pero no de manera excluyente, pues los negros, los rojos, los azules, los blancos, los amarillos, los verdes, los grises y los castaños en tonos cambiantes, fraguan atmósferas unificadoras o heterogéneas, estáticas o rítmicas, flotantes o condensadas.

La cuestión morfológica ocupa un sitio sobresaliente en los afanes de Bustamante; por ello, suele superponer planos para aproximarse a ciertos problemas que desembocan siempre en raudales líricos y que eluden sensaciones puramente ornamentales. La racionalidad, con sus exigencias prácticas, se sustenta en los materiales y la técnica; el lirismo le debe su misterio a gestualidades desordenadas, a chorreados descontrolados, a líneas que insinúan un arriba y un abajo, o imponen sus protagonismos con la energía específica de las diagonales.

Aunque en no pocas composiciones se ha propiciado la centralidad, Bustamante siempre cuida las periferias para cumplir con aquello que predicaba Piet Mondrian: “Colocar el punto de vista por todas partes”. Puntos y círculos transfiguran la superficie y con sus vibraciones simulan movimientos. La excitación dinámica contrasta con signos estáticos de connotaciones preestablecidas: cruces, bóvedas, pirámides, altares, cieloes, abismos. Sus presencias no siempre son evidentes, y poseen mejores resultados cuando se insinúan como reflejos armoniosos, hasta cierto grado diluidos en la cadena conceptual de las series, con sus metáforas diferenciadas cuya expresividad rompe el silencio visual, sin acudir a los amasijos de imágenes.

En estas series José Luis Bustamante ha sabido establecer sus propias convenciones, sus propias categorías, con la destreza y la habilidad que da un largo desplazamiento hacia la madurez.

A partir de Voces del tiempo en los retablos contemporáneos, la obra de Bustamante se ha expuesto en Morelia como parte de los festejos del XC aniversario de la Universidad Nicolaíta, con lo que se ha iniciado una gira por varias partes del país.

Un importante aspecto en la producción artística de Bustamante son tres carpetas de obra gráfica, trabajadas entre 2004 y 2006 e impresas en Madrid, España por la editora de Arte y Naturaleza: Restos de la memoria, Grabados de Tikal e Imágenes de fuego. También se ha ejercitado en la pintura monumental al realizar un mural en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba.



Artes de México No 87 – Suplemento Alebrije – Febrero 2008

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